miércoles, 14 de enero de 2009

Un poco de todo.

El día en que iba a morir me levanté temprano. Tipo nueve, por ahí. Me levanté todavía con un poquito de sueño, pero eso le daba un poco de sabor al hecho de abrir los ojos, quedarse unos segundos mirando alrededor, incorporarse de a poco hasta quedar sentado, estirarse perezosamente, dejar los pies en el suelo (suele estar frío) y por fin levantarse. Ocasionalmente un bostezo.
El día en que iba a morir amaneció nublado, hecho que me agradó considerablemente, siendo que un poco yo también estaba nublado. Me vestí enseguida, con la ropa más cómoda que encontré y salí al patio.
Con las manos en los bolsillos di unos pocos pasos por aquí y por allá, andando en círculos, o describiendo ochos deformes. Respiré hondo el aire mañanero, por alguna razón me sentí mas vivo que nunca. El día en que iba a morir me sentí mas vivo que nunca.
Volví a la cocina y me preparé un desayuno sencillo. Me supo mas delicioso que nunca, quizá porque ese fuera el último desayuno que tomaría, pero jamás disfruté tanto un desayuno. Y el artístico proceso de hundir la cuchara, hacerla emerger como una ballena vieja, llevársela a la boca, masticar el desayuno, tragar. Una belleza, debería haber mas monumentos al desayuno.
Ya vestido me puse un buzo, me até los cordones, y salí. El mundo a mi alrededor seguía. Los pájaros cantaban, las nubes se movían, el viento soplaba acariciándome la cara, y una pareja en bicicleta se reía.
Le había dejado claro a unas cuantas personas que ese día las quería visitar. No había dado explicaciones, porqué… ¿Cómo explicas a tus seres mas queridos que esta va a ser la última vez que los veas sonreír?.
Sus sonrisas, todas ellas, resultaban a mis ojos la cosa más maravillosa, un deleite a la vista y al oído. Creo que abracé mucho, el día en que iba a morir.
Me senté en una plaza, y conversé un rato con Félix. Felix se mostraba tan misterioso como siempre, pero creo que entendió que fue importante para mí el hablar con él.
Por último, y tras un solemne apretón de manos, Felix fue engullido por la lejanía de las distancias sin nombre. Me acerqué lentamente a esa persona que me acompañaría en la entrada al olvido.
Me recosté suavemente, soltando todo lo que había llevado en mi durante tantos años. Lancé un hondo suspiro. Súbitamente todo había terminado. Creo que interiormente me reí. Todo eso era maravilloso, una cosa totalmente sencilla y hermosa.

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