jueves, 22 de enero de 2009

Canción de cuna

- ¿Has oído alguna vez una melodía que fue escrita y olvidada?- preguntó él, sin rodeos.
La delicada muchacha no le quitaba la vista de encima.
- Creo que no, ¿Cómo es eso?-
- Hace mucho un compositor enamorado compuso una canción de cuna-
- Hmm...- reflexionó, inclinando su cabeza, con lo que una cascada de cabello cayó, tapándole el rostro.
- Para la persona que amaba, ¿ves?- el pianista se arrebujó más aún en su abrigo negro, y se sentó junto al piano.
- ¡Qué romántico!- susurró Claudia.
- Supongo que todos necesitamos, a veces, de alguien que nos abrase al dormir-
- La figura de una madre-
- Madre hay una sola... pero por alguna razón la figura de un amor también es importante- asintió el pianista, distraído. Se levantó y caminó unos pasos siguiendo la delicada línea de las paredes. Su rostro sin afeitar conservaba fugazmente los rasgos de su juventud, y su largo abrigo oscuro se deslizaba entre sus piernas al caminar. Se apoyó en la pared, entrelazando sus brazos sobre su pecho que subía y bajaba suavemente al compás de su respiración.
Claudia apartó su mirada de aquél hombre de cabellos azabaches y andar distraído, se concentró en el piano.
- Me hablabas sobre una canción de cuna- le recordó.
El pianista sonrió, esbozando ese gesto suyo tan característico al cual Claudia no podría haber calificado como una sonrisa sincera, pero mucho menos como una sonrisa irónica. Era como si un poco se burlara de si mismo y reconociera haber dejado una buena historia por la mitad.
Se incorporó y caminó unos pasos hacia una silla, ubicándose algo mas cerca del piano y de la muchacha.
- A veces uno no sabe si se sincera consigo mismo o con otra persona- murmuró, un poco como si hablara solo.
Claudia permaneció en silencio, a la espera de que el pianista continuara.
- En fin, las pasiones humanas son un misterio. Este hombre compuso una canción de cuna porque recordaba las noches en que había sido feliz. El simple hecho de querer susurrarle un "te quiero" a la persona que amaba, y no poder. El hecho de no poder desearle buenas noches y besar sus mejillas-
- Entonces también compuso para si mismo- asintió Claudia, comprendiendo por fin.
Ambos permanecieron en silencio durante unos instantes. La muchacha reflexionaba sobre la historia, y el pianista solo deseaba un momento de silencio. "La música también tiene silencios", pensaba.
- Dime- murmuró la muchacha, apartando el cabello de su rostro. Se inclinó hacia el pianista. - ¿Alguna vez te has enamorado?-
Levantó la mirada y soltó una breve carcajada.
- No lo se...- reconoció por fin.
La muchacha se dio vuelta, un tanto ofuscada.
- Si no quieres responder no tienes porqué hacerlo-. Unos segundos después sintió el tacto frío de una mano sobre su mejilla.
- De nada sirve que preguntes algo cuya respuesta no estás dispuesta a creer- le reprochó el pianista, suavemente.
- ¿Entonces realmente no lo sabes?-
- Eso he dicho-
- Lo que dices no tiene sentido-
- Vamos a ver...- murmuró, estirándose en todas las direcciones posibles. Se incorporó y empujándola suavemente la obligó a levantarse y cederle la silla del piano.
- Vamos a ver- repitió, pensativo - Si yo toco la canción de cuna de la que te he hablado, ¿Serás capaz de juzgar por ti misma y encontrar la respuesta a tu pregunta?-
Claudia asintió, pensativa.
Observó como el pianista cerraba los ojos durante unos segundos. Luego comenzó a interpretar una melodía de porte misterioso. No parecía en absoluto una canción de cuna, pero sin duda la delicadeza de los matices encerraban la sombra de un amor profundo y un afecto tan delicado como el trino de un pájaro.
Se deslizaba por la habitación como si se tratara de la esencia de la vida misma, como si una lágrima gritara palabras de amor al cielo.
Tras acabar, ambos permanecieron en silencio. Nada rompía esa delicada y encantadora ausencia de sonido.
Claudia levantó la mano y la pasó suavemente por sus ojos. El pianista sonreía complacido.
- Es hermosa, ¿Tu la has compuesto?- quiso saber la muchacha.
Pero el pianista sencillamente ya no estaba allí.

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