Viajar en auto en una tormenta es una experiencia realmente curiosa. De pequeño solía mirar con atención a las gotas de agua resbalando por el vidrio, apreciando como algunas llegaban hasta el final, y otras se quedaban a medio camino… al menos hasta que otra las ayudara. Deliciosa costumbre que aún mantengo, en los días más lluviosos. En mis días más lluviosos.
Martes 6 de enero. Hoy cayó una tormenta francamente imperdible. Aunque el espectáculo de rayos y truenos no fue como otras veces, pero la borrasca estuvo realmente inspiradora. Tuve un asiento de primera fila en mi ventana para mirar la tormenta. Llovía afuera, y yo también lloví un poco. Lo suficiente como para saber que me había desquitado de todas las cosas que guardaba dentro de mí.
El reproductor de música iba y venía a su antojo. Lo más curioso, triste y gracioso, fue cuando una ligera tonada de piano preludió “Gomenasai”. Y, apoyado entre mis brazos, sin dejar de contemplar la tormenta, entoné en voz baja la estrofa que mas sentía en mi interior en ese preciso instante:
“I never needed a friend
Like I do now”
Me recliné hacia atrás, enderezando mi columna y eché una mirada perdida al violín, que descansaba sobre la cama. Deseché la idea, no era un momento como para tocar el violín, ni siquiera si fuera una tonada triste.
Me estiré un poco y agarré la guitarra.
"What I thought was a dream
A mirage
Was as real as it seemed
A privilege
When I wanted to tell you
I made a mistake
I walked away"
La lluvia me acompañó con un coro francamente hermoso, y al terminar con mi canción, sintiendo que había logrado expresarme ante mi mismo, entoné las cuerdas de “Falling”, en un agradecimiento a tan hermosa tormenta.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario