Me estaba deslizando y lo sabía. Me estaba quedando dormido.
A veces, si no tenes demasiado sueño y cerrás los ojos... podés sentir como te vas quedando dormido. Es una sensación rara, como si te doblaran hacia adentro. Y te hundieras en vos mismo cada vez mas.
- Estamos llegando- murmuró una voz suave, a mi lado.
Abri los ojos y miré por la ventanilla. Una pampa llana y de vegetación seca se extendía hasta donde la vista podía ver. Mas concretamente: el horizonte. Esa cosa que llamamos horizonte, y que es tan tímida que siempre se aleja, impidiendonos alcanzarla.
Giré mi cabeza hacia mi izquierda, esperando encontrar una mejilla que acariciar, pero no había nadie a mi lado.
- Estamos llegando- había murmurado una voz suave, a mi lado.
Cerré los ojos un momento, y volví a abrirlos. Nada. Me giré, cerré los ojos, volví a voltearme hacia mi izquierda y los abri nuevamente, pero allí no había nadie.
En ese estado de tensión-relajación en que se hayaba sumido mi cuerpo, podía sentir claramente los latidos de mi corazón. Fuertes. Persistentes. Un corazón que se empeña en latir. Se lo puede llamar "corazón terco", "corazón testarudo", pero corazón que late, en fin.
Inspiré hondo, llenandome de esa nada inpalpable que llamamos aire. La retuve un momento, saboréandola, y lentamente la fui dejando ir. Ya me sentía mejor.
Volví a mirar el paisaje, pero por alguna razón, esto solo me hiso sentir peor.
- A veces no hay mas remedio que reconocer que estamos solos- murmuré a la voz que me había hablado. Casi parecía no escucharme.
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